La corte de apelaciones en Santa Ana ratificó el martes el fallo de un tribunal inferior, de que un contrato entre dos empresarios coreanos firmado con sangre no impone obligación.
En octubre de 2004, Jinsoo Kim y su Stephen Son estaban bebiendo en un bar de karaoke. Son pidió un alfiler, se pinchó el dedo y escribió el contrato con su sangre y en alfabeto coreano. Bajo el contrato, Son prometía reembolsar a Kim unos 170.000 dólares que éste perdió al invertir en las empresas del primero...
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