NUEVA YORK — Carol Colleran llegó a ingerir diez cervezas por la noche durante la semana. Más en los fines de semana. Al día siguiente se aparecía en el hospital donde trabajaba en un puesto administrativo. Se sentía mal, medio aturdida.
Pero disimulaba y se paseaba por los corredores saludando a la gente. “Me sentía mejor que si me sentaba”, comenta ahora. Está segura de que nadie, ni siquiera el personal del centro de tratamiento de adictos del hospital, se dio cuenta de que era alcohólica, afirma la mujer, quien hoy tiene 72 años y ha superado el problema que la acosó durante un cuarto de siglo.
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